capbaUNO

Pongámonos en contacto

    Al contrario de ciudades como Curitiba (Brasil), que han sabido direccionar sus políticas oficiales a través de la creación un Instituto de Investigación y Planificación -en funcionamiento continúo desde 1965- y convertirse en ejemplos en calidad de vida, observamos como el tiempo transcurre y nuestro territorio sigue transformándose sin que el Estado determine un rumbo preciso en materia de desarrollo urbano y regional.

    Esta grave carencia implica que hoy debamos lamentar las consecuencias de un crecimiento irregular y en muchos casos espontáneo, donde conviven inestablemente variadas densidades, morfologías contrastantes, desequilibrios en cuanto a infraestructuras urbanas, equipamientos comunitarios y servicios básicos, entre otros déficits.

    Atento a ello, el CAPBAUNO, en conjunto con los Colegios Profesionales incumbentes en la materia y diversas Cámaras que representan el motor de la actividad, insiste desde mucho tiempo atrás en un proyecto para la conformación de un Observatorio de Planificación Urbano-Territorial, que -a través de la mirada y el trabajo de equipos interdisciplinarios- conjugue pluralmente los esfuerzos hoy dispersos del Estado, las Instituciones Profesionales, las Organizaciones Empresarias y Académicas.

     

    ¿A QUE CIUDAD Y REGION DEBEMOS ASPIRAR?

    Es una pregunta que a nuestro entender está respondida desde el momento en que fué fundada como capital provincial, lúcidamente definida en una de sus charlas magistrales por el ingeniero agrónomo Fredy Benassi, quien aclaró “el sentido democrático con el que fue pensada y construida la ciudad, a partir de brindarle a cada habitante del casco la posibilidad de tener un espacio público cada tres cuadras”, potenciando la idea socialista e higienista a través de las arterias que comunican estos “paseos” entre sí, avenidas, boulevares y ejes, con un agregado que difícilmente pase desapercibido: el arbolado urbano.

    Como profesionales con incumbencia urbanística, formados y capacitados en nuestras universidades y también como vecinos que convivimos a diario con las dificultades y las carencias, nos debemos la tarea de contestar esta inquietud con propuestas técnicas concretas.

    1. Ciudad democrática. Espacios públicos.

    Visualizado que uno de los lineamientos básicos sobre los cuales fue pensada nuestra ciudad refiere a la creación de espacios públicos donde recrearse y socializar, advertimos que es un postulado de difícil -pero no imposible- concreción en las áreas expandidas irregularmente.

    Pretender en la actualidad recrear en la periferia las características planimétricas de la ciudad preconcebida (o al menos similares), es muy difícil. Pero ello no debe ser una limitante para plantearse -como acción prioritaria en la agenda de la planificación- dotar a la misma (sector oeste y sector sur, fundamentalmente) de un subsistema de vacíos urbanos públicos -parques y plazas de distintas escalas- que doten a esas zonas del equilibrio ambiental compatible con sus densidades.

    Para ello es necesario indagar en la gran cantidad de suelo vacante existente en la región, con distintos grados de titularidad y apropiación: tierras fiscales empleadas u ociosas de diferentes organismos estatales, predios privados plausibles de ser captados a través de plusvalías emergentes de promovibles emprendimientos (en las zonas propiamente dichas o en otras), el uso de espacios residuales y remanentes de equipamientos públicos y, naturalmente, la expropiación como recurso extremo, pero legalmente genuino.

    Para los expertos, la calidad de vida en una metrópolis está relacionada directamente con la cantidad de espacio verde y público con el que cuentan sus habitantes. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) debería haber entre 10 y 15 metros cuadrados de áreas verdes por persona y -por citar un ejemplo exitoso- Curitiba llega a los 50 metros cuadrados por habitante.

    Basándonos en el trabajo diagnóstico y propositivo denominado PAISAJES DINAMICOS (producido por los arquitectos María Elisa Cremaschi, Karina Jensen, Nadia Freaza y Javier Reboredo), que contiene datos extractados de la situación actual, nos es posible visualizar la cantidad de espacio verde libre acondicionado y equipado por habitante en la región y la marcada diferencia de 12,50 m2. contra 2,50 m2., entre el casco y la periferia.

    Y dentro de la misma periferia, también se destaca el contraste con la zona norte y las restantes, ya que a partir de los grandes vacíos urbanos de la República de los Niños, el Parque Ecológico, el parque lineal de Villa Castells en paralelo a las vías del tren y el Batallón de Infantería (debería ser el próximo parque público de la ciudad) y otros de menor cuantía pero idéntica condición, se cuenta con una alta dotación de espacio libre.

    Entre sus ideas más destacadas, este trabajo propone el desarrollo de un sistema de parques lineales dinámicos en relación a los cursos de agua permanentes o esporádicos que surcan el Partido, de manera tal que incremente el espacio verde para uso público y con capacidad de absorción, incorporando de esta manera el tema hídrico como parte del problema.

    La tarea a llevar adelante, en definitiva, será entonces la identificación de las localizaciones posibles y una ineludible subordinación legal a un plan general regional.

    2. Vivir en comunidad. Subcentros. Escalas medias y bajas

    El uso del suelo en la periferia ha sido una preocupación permanente de la comunidad de los urbanistas (con lógicos y reiterados matices) pero no así de los actores políticos. Por ello, infortunadamente, el mismo es receptivo, tanto de los sectores económicamente pudientes de nuestra sociedad –que visualizan el “escape” como una forma válida y eficaz para vivir alejados de las incomodidades y peligros de las ciudades “abiertas”, como de los sectores más carenciados, que encuentran en las áreas marginadas las únicas alternativas de acceso a la vivienda. Ambos comparten –paradójicamente- la carencia de servicios y las importantes distancias a los equipamientos principales de provisión sanitaria, administrativa y de seguridad.

    Aún en una era avanzada tecnológicamente, se verificó que nuestra sociedad no está exenta de atravesar “otro” gran combate epidemiológico, como tiempo atrás le tocó vivir a las generaciones que nos precedieron y dejaron huellas en el plano del urbanismo.

    La fiebre amarilla que azotó Buenos Aires en 1871, trajo aparejada una consecuencia positiva, como lo fué la creación de grandes parques urbanos y avenidas. Pero también produjo el desequilibrio -producto del éxodo de una parte de la ciudadanía- desde los centros urbanos a zonas rurales y semi-rurales, en busca de otra calidad de vida.

    Por eso no resulta descabellado preguntarse si esta pandemia nos puede llevar a una situación de incremento de la migración hacia las periferias como las señaladas, con la consecuencia indeseada del crecimiento de la mancha urbana y ocupación irregular del suelo libre.

    ¿Qué medidas adoptar para mitigar este improvisado crecimiento? se ha dicho muchas veces que las crisis generan oportunidades y esta es una de ellas, para poder pensar y producir cambios en nuestras ciudades.

    Un paso promisorio sería establecer los cambios normativos para la readaptación y modificación de los barrios intermedios entre el centro y la periferia – de la alta a la muy baja densidad – para que muten de la vivienda aislada y dispersa de muy baja calidad y confort a la alternativa de urbanización con conjuntos de viviendas de densidad media. Los mismos, realizados con alturas que no superen los 3 y 4 niveles, tendrían la capacidad de desarrollar una mayor concentración y polarización de los equipamientos y servicios, para un mejor aprovechamiento del territorio y amortización de la inversión pública en su dotación.

    La historia ciudadana nos trae ejemplos donde, con un acertado balance entre lo construido y lo libre y la conformación de espacios para uso social congregante -como los edificios del Arquitecto Hilario Zalba en 116 y 43 (Barrio Hipódromo), 11 y 63 (Parque Saavedra) o 524 y 12 en Tolosa – es posible recrear una forma de vivir en sociedad amigable con la naturaleza.

    Hoy en día, estas mismas tipologías se encuentran potenciadas a partir de nuevos programas a la hora de definir el diseño – los llamados “amenities” o áreas comunes y equipamientos diseñados para el uso comunitario -, sin dejar de considerar la importancia de la vivienda individual como parte componente de un conjunto ni perder su identidad. Estas se complementan a su vez con los conjuntos, adaptándose a las modalidades impuestas por los cambios culturales que la sociedad ha demandado, tal como la flexibilidad de los espacios interiores y las expansiones exteriores como prolongación natural de uso.

    Estas acciones tendientes al “completamiento” de las áreas vacantes del ejido actual, se contraponen con el Decreto Municipal que hoy pretende extenderlo a áreas de reserva -e incluso rurales-, dando lugar a una expansión sin estudios previos ni análisis de consecuencias, otorgando indicadores y usos análogos a los urbanos, consolidando un crecimiento espontaneo fruto de la falta de control.

    3. Conectados. Movilidad urbana.

    Una mirada a las consideraciones del Plan Estratégico La Plata 2030, permite advertir la idea de prolongación de la cuadricula del plano fundacional y las avenidas que de ella se desprenden como corredores de comunicación principal para la conexión entre sectores, a los que se suman otras vías de comunicación como los caminos Gral. Belgrano y Centenario, la ruta 11 y el potencial desmonte de las vías de tren en desuso.

    Esto bien podría complementarse con subsistemas que, a partir de una escala más reducida, incorporen la posibilidad de comunicar sectores barriales entre si mediante corredores de otras características –ya adoptadas con buen criterio en el casco urbano-, como las ciclovías o recorridos pedestres. Los mismos podrían plantear una propuesta de arbolado que los acompañe y así dar cumplimiento a la Ley 12276/99, que en su artículo 2º establece “la necesidad de que los gobiernos municipales presenten anualmente un plan de forestación y/o reforestación, para lo cual deberán contar, las municipalidades, en su presupuesto de cada año con una partida destinada a ese fin”.

    Pero no debe perderse de vista, que una ciudad que tiende a superar el millón de habitantes debe destinar recursos para la implementación de un sistema integral de movimientos, incorporando modelos ya adoptados por otras grandes ciudades, tales como: la implementación de un sistema multimodal de transporte público, que sume abastecimiento de traslado cotidiano a la periferia, con recorridos de ómnibus en la periferia independientes de los del centro; el emplazamiento de estaciones de transferencias -por sector- en contrario de una única terminal; la extensión del tren universitario como posibilidad de circular en todo el trayecto de la circunvalación; la provisión de equipamientos asociados a la espera en los puntos de contactos entre las vías principales con los espacios públicos; la diferenciación de vías principales, secundarias y barriales, en donde el peatón adquiera relevancia frente al automóvil.

    CONCLUSIONES

    El desarrollo de la mancha urbana necesita -hasta que se complete y se piense en próximos crecimientos- de límites precisos. Estos podrían definirse a partir de los sistemas de parques urbanos lineales anteriormente referidos y ubicarse entre las zonas de reserva urbana y las rurales, preservando firmemente la conservación de estas últimas como suelo productivo de la región.

    Hacia dentro de esos límites, es menester desarrollar un mecanismo normativo y acciones públicas que induzcan a un completamiento y densificación razonable, que brinde -a partir de las posibilidades de la concentración- la dotación de los servicios esenciales al alcance de todos sus habitantes, optimice el uso de los recursos y contenga la expansión.

    La carga del crecimiento no puede estar librada exclusivamente a la iniciativa privada, o a las acciones usurpatorias (¡¡¡también privadas!!!) de los sectores desposeídos, debiendo el estado asumir no solo un rol de planificador y controlador, sino de proveedor de las infraestructuras, medios de comunicación, servicios básicos, espacios públicos, espacios de uso común y lo que complementa a ello como equipamiento urbano, de manera tal que incentiven las conductas deseables.

    Estas reflexiones pretenden ser solo un insumo más a la necesaria construcción colectiva -integradora y totalizadora- que represente una versión superadora de la mirada unidireccional y el pensamiento individualista que ha caracterizado por mucho tiempo a los ocasionales responsables de los destinos urbanísticos de nuestra ciudad.
    La creación de un espacio participativo, en donde cada actor interviniente -de las distintas ramas y especialidades, algunas con incumbencias directas y otras opinantes- ocupe su lugar y exponga sus saberes e intereses sectoriales para dar lugar a líneas de acción con continuidad en el tiempo sigue siendo una deuda pendiente de nuestras administraciones.

    La clave en esta cuestión será entonces la “decisión”, o sea el convencimiento e involucramiento de los poderes (ejecutivos y legislativos) para asumir la responsabilidad y producir un cambio de paradigma en las formas de intervenir sobre el territorio, utilizando los variados instrumentos que la legislación nos brinda.

    La mirada sesgada y el descreimiento en las insistentes propuestas de los colegios profesionales, cámaras e instituciones, para modificar esa actitud soberana y absolutista de un problema, en este caso la planificación, no hace más que seguir desperdiciando oportunidades. No le estamos reclamando al estado que lo haga solo: queremos acompañar el proceso de desarrollo de nuestra región e involucrarnos, con un rol protagónico para el que nos formamos, preparamos e instruimos, aportando a pensar conjuntamente el lugar donde queremos vivir.

    INSTITUTO DE ESTUDIOS URBANOS – CAPBAUNO

    Ingresá un comentario